UGT BMN-Andalucía: Los que pagan el magret

viernes, 16 de diciembre de 2011

Los que pagan el magret

Reproducimos por su interés, el artículo publicado en La Vanguardía del día 1-12-11 y que hemos conocido por el blog de los compañeros de Penedes.


 http://www.lavanguardia.com/magazine/20111201/54238709935/los-que-pagan-el-magret.html


Magazine| 01/12/2011 - 23:59h

Tengo un amigo que trabaja en una caja de ahorros. Su oficina podría estar en la llanura manchega, en la costa gallega, al borde del Mediterráneo o en cualquier esquina del mapa porque, aunque las entidades de esas tierras son las que de momento han tocado fondo o montado el zipizape, los pronósticos apuntan a que no serán las únicas.
Mi amigo, como todos sus compañeros, anda subiéndose por las paredes. Y yo, sin tener nada que ver con su empresa –ni siquiera una cuenta en ella–, a punto estoy de empezar a trepar y agarrarme de la lámpara también.
Cómo nos han engañado a todos. Confiábamos en esas cajas, con su trato de buen vecino y su solera de toda la vida. Reconocíamos la labor de su obra social y, aunque sabíamos de sus chalaneos con los políticos de turno, frente a la imagen quizá menos cercana de los bancos, las cajas se hacían querer.
Ahora que la olla a presión ha saltado por los aires, hemos sido conscientes de nuestra gran ingenuidad. Gestores enfangados hasta el cuello en inversiones irresponsables, amiguismo, desmadre y descontrol. Indemnizaciones millonarias para sí mismos, sueldazos de escándalo y pensiones vitalicias que ni un jeque de Qatar. Y, sobrevolando el espectáculo, la soberbia de pensar que los demás somos imbéciles.
Gracias a esta pandilla sin escrúpulos, todos hemos perdido un poco la inocencia. Sin embargo, una vez asegurados los dineros de los clientes y rotas las cándidas convicciones de quienes pasábamos por allí, la peor parte quizá se la están llevando los empleados. A ellos sí que les han mentido de mala manera. A traición.
Cuando ya estaban todos con la mosca detrás de la oreja y el runrún corría por las oficinas, desde arriba aún intentaban convencerles de que vivían en una burbuja feliz. Tranquilizad a vuestros clientes, insistían, aquí no pasa nada. Habladurías sin fundamento, no hay más. Transmitidles confianza, cuidadles, sonreídles. ¡No podemos quedarnos de brazos cruzados! ¡No podemos perder la ilusión! Esos eran los gritos de guerra en las convenciones. Y a ver si de paso, les decían, le colocáis al abuelete otro seguro y a la parejita una hipoteca a cuarenta años y un día.
Ese sapo se han estado tragando desde hace más de un año los miles de curritos de estas cajas, el sostén de la institución en los barrios y pueblos, el alma del tejido de la entidad. Ellos son los que se sientan detrás de las mesas y las ventanillas todas las mañanas para recibir durante ocho horas diarias un goteo incesante de rostros, cartillas, problemas y alguna que otra ilusión. Conocen a sus clientes por el nombre, les preguntan por sus hijos, soportan con paciencia franciscana las manías y desmemorias de los jubilados, hacen de asesores y de confesores, les felicitan en su santo y dan la cara por los impresentables que tienen detrás.
Y, de pronto, cuando creían tener un futuro digno medianamente asegurado, se han visto bailando en la cuerda floja por la incompetencia y la codicia de sus superiores. Decenas de oficinas cerradas, despidos inesperados, derechos adquiridos segados al ras, horarios trastornados y traslados forzosos a cientos de kilómetros de sus casas, a ver si se cansan, tiran la toalla y piden la cuenta.
Estos empleados a pie de obra son los que hoy apuntalan con palos y cañas la confianza que sus ineptos gestores han machacado, ellos son los que pagan el pato. Y encima, los desgraciados de los jefazos ya se han comido el magret.

1 comentario:

  1. Se puede decir más alto, es decir con mayúsculas, pero no más claro. El problema es que algunos de los de abajo se pelean por comerse las migas, con algunas babas incluso, de los de de arriba, dando por hecho que así se encuentran más próximos a los jefazos que a los curritos de turno. Sienten que están por encima de los demás y actúan en consecuencia. No son empleados, son los que manejan el cotarro, y se lo guisan y se lo comen como sus señorías tienen a bien. Al fin y al cabo LA GENERAL es su cortijo, y en él hace lo que le place. Incluso ya han colgado el cartel de "cuidado con el perro".
    Y en una cosa les doy la razón y veo diariamente que sí es verdad que están más cerca de esos jefazos. En el hecho de no pegar palo al agua y "arrear" a los demás a trabajar, haciéndose los suecos en cuanto a sus cometidos y culpando a las "ovejas" de la poca "hierba del prado".

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