Vozpópuli. Juan J. Gutiérrez Alonso (02-03-2013)
La expresión «Capitalismo
de Estado» ya saben ustedes que no es ninguna novedad y que ha sido
tratada desde antaño por numerosos autores y pensadores. El término sintetiza y
define, con gran acierto, el régimen económico y político que impera en la
inmensa mayoría de las economías occidentales. Y a pesar de que abundantes
académicos, «expertos» y opinadores varios, sugieran o insistan en modelos
diferentes, su vigencia y actualidad está fuera de toda duda. Téngase en
cuenta, además, que la mayoría de las tesis económicas que pretenden poner en
entredicho esa formulación, casi siempre se hacen sobre la base de teorías de
marcado sesgo ideológico de escasa consistencia o bajo la influencia de aquel
principio universal de Honoré de Balzac: «Lo que otro tiene en su bolsillo estaría
mucho mejor en el mío». Un principio que, recordemos, tiene una
dimensión individual, pero también colectiva o asociativa, de ámbito público o
privado.
En los últimos años, como consecuencia del desastre económico
que afrontamos, resulta igualmente frecuente oír hablar de la «muerte del
capitalismo» o la aparición de un nuevo sistema económico, pero el
planteamiento de corte sarkoziano era y es igualmente equivocado.
La realidad histórica, como ya debería resultar evidente a estas alturas, nos
demuestra que el Estado y los operadores económico-financieros han existido
siempre en una relación simbiótica bajo un singular marco de convivencia. Y si
bien no podemos detenernos a analizar aquí este hábitat con la extensión y
profundidad que nos gustaría - porque nos llevaría a exceder los límites
normales y razonables para un artículo de estas características -, hoy nos
proponemos una breve referencia explicativa sobre la tesis, a cuenta de uno de
mis chiringuitos financieros favoritos: Banco Mare Nostrum, en
adelante BMN.
El grupo BMN, por si alguien no lo sabe, es el resultado de la
unión de otros chiringuitos que han sido administrados y sobreexplotados
durante décadas por políticos o pseudo-políticos de todo signo y color hasta
que un día, sin que nadie supiera exactamente la razón, se enteraron que
estaban en quiebra. Los protagonistas de este particular Frankenstein son Caja Murcia, Caixa
Penedés, Sa Nostra y Caja
Granada. Todos ellos dieron lugar en 2010 al nacimiento BMN,
con el patrocinio del Gobierno, de BdE y también ese nuevo brazo
financiero-administrativo que es el FROB. Esta última entidad le inyectó una
primera ayuda de más de 900 millones de euros a cuenta de todos nosotros, para
darle la bienvenida e intentar así apuntalar su supervivencia.
Desde entonces, las noticias que hemos tenido del engendro han
sido más bien escasas. Algo que se explica, en parte porque otros engendros por
ahí esparcidos han llamado y siguen llamando más la atención de la opinión
pública e informadores; y en parte también, porque desde BMN parece haberse
desarrollado una hábil estrategia de comunicación y bajo
perfil que les
permite pasar un tanto inadvertidos. En el desarrollo de esa estrategia, en el
nacimiento mismo de BMN, llegaron a recabar incluso la ayuda propagandística de
un popular gurú,
economista observador de otro chiringuito financiero-ideológico. Un gurú de
esos que nunca nos dicen en qué invierte sus ahorros para que el resto de los
mortales sepamos de su verdadero conocimiento y fiabilidad económica.
Una larga secuencia de episodios tenebrosos
En los prolegómenos de la integración, entre otras cosas,
supimos de la situación de quiebra sin paliativos de Caja
Murcia, pero quienes habían llevado a la quiebra a esta entidad
eran del partido que eran, y sabían de las perspectivas electorales. Por su
parte, Caixa Penedés, a su quiebra
total y absoluta, le sumaba varios directivos imputados por saquear la entidad
vía planes de pensiones; mientras que en Sa Nostra se intentaba ocultar con urgencia el
entramado societario que algunos directivos habían desarrollado paralelamente a
la entidad para realizar sus negocios por medio mundo. De Caja
Granada se
podrían contar muchas cosas también, pero lo más importante tal vez sería
destacar a ese magnífico oftalmólogo de carné que estuvo al mando de la entidad
durante una década y que dilapidó, literalmente, centenares de millones con sus
decisiones. Basta recordar la aventura de la entidad en SOS
Cuétara o la toma
de participación en Vueling a precios que ya nunca volverán. Esa
gran figura financiera que fue Antonio María Claret García, estaba convencido de su «buena
vista» en estos movimientos, pero lo realmente seductor, como en muchos otros
casos, eran los suntuosos consejos de administración en varias ciudades
españolas y europeas. Como premio a su magnífica gestión en la dirección de
Caja Granada, en Moncloa le nombraron Delegado del Gobierno en Melilla.
En el entreacto que nos lleva desde los precedentes y
prolegómenos de la irrupción de BMN en nuestras vidas, hasta las últimas
novedades que seguidamente comentaremos, en esta entidad han sucedido otras
cosas que ameritarían de un especial tratamiento y cuyos detalles apenas se
conocen. Desde el cabreo del actual Presidente de Caja Granada ante el BdE,
amenazando la integración, porque Caja
Murcia les había
engañado en las cuentas, hasta las infructíferas negociaciones con ciertos «fondos buitre» que salieron
disparados, o la interlocución de los gerentes de BMN con los funcionarios del
BdE antes de su intervención. Por no mencionar, claro está, los entresijos con Deloitte,
empresa auditora del grupo. Los pasajes en esta cloaca financiera son
innumerables, pero si tenemos que destacar un episodio de mayor relevancia
explicativa respecto de nuestro «Capitalismo de Estado», seguramente debamos
quedarnos con la filtración, hace más de un año, de un informe de los
inspectores del BdE sobre la entidad al diario El
Economista.
En aquel
informe se ponía en duda la viabilidad de BMN y se reconocía abiertamente que
era imposible que pudiera devolver las ayudas que iba a recibir del Estado. En
el documento, que curiosamente se escapó a los mecanismos de control del
«aparato» - y que hemos de agradecerlo -, se indicaba que, efectivamente, no
era factible el cumplimiento del plan de integración y la devolución del apoyo
financiero ofrecido por parte de FROB, por lo que la decisión de seguir
adelante con el experimento ya se pueden ustedes imaginar de qué naturaleza
era. Sobre todo a la luz de los precedentes previa y muy someramente descritos
más arriba.
Los meses han pasado desde el «incidente informativo» y nada ha
cambiado sustancialmente. Hasta que esta semana hemos conocido que BMN ha
realizado una ampliación de capital por importe de unos730 millones de euros. Una
ampliación que, como no podía ser de otro modo, ha sido suscrita íntegramente
por el FROB y que se ha visto acompañada de algunos cambios en el Consejo de
Administración. Habría resultado escandaloso que no se realizara un solo cambio
en el órgano de administración, claro. En concreto, se ha procedido a colocar a
dos miembros designados por el FROB en el órgano colegiado de administración de
la entidad, previa aceptación de la renuncia de otros dos consejeros que pasan
al olvido o vaya usted a saber dónde le recolocan. Eso sí, paralelamente a este
movimiento, BMN ha endosado la friolera de 5.817 millones de euros de activos tóxicos al SAREB, según un reciente comunicado
de la CNMV. Pero
no queda aquí todo.
Toda conmoción financiera debe producir víctimas
Desde que comencé a escribir en VOZPOPULI hace ya tiempo, no he
parado de insistir en esta idea. Porque como bien apunta N.
Ferguson en sus
trabajos, un desastre económico-financiero como el que estamos viviendo,
produce inevitablemente nuevas normas y regulaciones, la creación también de
nuevos organismos, pero esas disposiciones y entidades de nueva creación deben
estar encaminadas a proteger a los ciudadanos y también a dar ejemplo.
En el caso de
referencia, como en otros muchos, era de esperar que la totalidad de los
miembros del Consejo de Administración de BMN y las entidades que la conforman
terminara, como mínimo, en la calle; pero como estamos viendo, el BdE, el FROB,
el Ministerio de Economía y los partidos políticos que subyacen al chiringuito,
por las razones que ellos considerarán oportunas, han optado por mantener una
estructura básicamente igual. De hecho, a pesar de todo lo que ha sucedido y
sigue sucediendo, el Presidente del Consejo de Administración parece que se
queda al mando, mientras que el Vicepresidente y Presidente de Caja Granada, en
un acto de generosidad sin precedentes que seguramente debemos agradecer todos,
ha renunciado a su cargo de Vicepresidente del Consejo de BMN, pero se queda
como Consejero. Ni que decir tiene que permanece ostentando la Presidencia de
Caja Granada.
Pero no queda ahí la cosa, el comité de dirección de BMN,
integrado por personas que han demostrado sobrada competencia para llevar
entidades a la ruina, seguirá gestionando ahora el dinero que le transfiere el
Estado por medio del FROB. Sin olvidar, claro está, que Deloitte, la empresa que les
audita las cuentas, es la misma que les gestiona los comités de dirección y la
que contratan para otros servicios varios a cambio de millones de euros al año.
Nada ha cambiado, es decir, ni BdE, ni FROB, ni CNMV, ni Ministerio ni SAREB,
van a exigir ningún tipo de medida al respecto. Lo que evidencia, como muy
pocas otras cosas, el triunfo de los sicarios económicos que
han venido parasitando y saqueando durante décadas nuestra sociedad.
En nuestras mismas narices y con la complicidad de los organismos reguladores y
los legisladores mismos.
En lo sucesivo, me imagino que los acontecimientos y movimientos
en el seno de BMN se seguirán produciendo con el mismo sigilo y escasa
resonancia que hasta ahora. Según hemos podido saber, los directivos de BMN,
aliviados ya por la transferencia al SAREB de toda su basura tóxica que ellos
mismos han contribuido activamente a generar, parece que el próximo mes
informarán a los trabajadores y sus representantes el inicio de las
negociaciones a los efectos que todos ustedes se pueden imaginar. Tal vez
entonces los agentes sindicales realicen algún tipo de movimiento
significativo. O tal vez no. Todo sea para que el señor Carlos
Egea y sus
muchachos, esos genios financieros, sigan cobrando sueldos millonarios,
paseando tranquilamente por Recoletos, frecuentando los restaurantes más caros
de la capital y riéndose en la cara de los contribuyentes.
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